Gestos sencillos con los que contribuir a la protección del medio ambiente


El aumento general por el interés hacia el cuidado de la salud y el deporte ha provocado una mayor atención a la preservación de la naturaleza.

No hace ni veinte años que el concepto de cambio climático era desconocido o considerado algo improbable por la mayoría de la población, sin embargo, poco a poco las personas nos hemos ido concienciando de la necesidad de cuidar el planeta en el que vivimos, y hoy por hoy, tanto particulares como algunas empresas intentan compatibilizar sus actividades diarias con el respeto al medio ambiente.

TM2, por ejemplo, ha apostado por la fabricación de embalajes de madera, por ser un material biodegradable, renovable y más natural, que protege los productos frente a golpes o condiciones climatológicas adversas. Ya sea cuidando los envases o los medios de producción cada vez son más las compañías que intentan mantener un compromiso sostenible, aunque por desgracia todavía no son muchas.

Pero a nivel individual, ¿qué podemos hacer desde nuestros hogares? Aunque el construirse una casa sostenible y autosuficiente no sea accesible para todos, desde nuestros hogares hay muchísimos pequeños gestos que podemos hacer en el día a día para evitar contaminar en exceso. No son difíciles de seguir y la mayoría ya los conocemos, porque son fruto del sentido común.

Reciclar, reutilizar y reparar son las tres erres que todo buen ecologista aplica, si bien es verdad que antes de comprar cualquier producto es importante preguntarse si realmente es necesario o simplemente un capricho que nos hará malgastar el dinero.

Utilizar bombillas de bajo consumo, desenchufar los aparatos eléctricos que no se estén utilizando y evitar las pilas en la medida de lo posible también son actos amigables con el planeta y con nuestros bolsillos.

Hay que inspirarse en nuestros abuelos, que utilizaban como productos de limpieza infalibles vinagre, limón o bicarbonato, recurrían a flores y especias como ambientadores, guardaban los restos de comida en tarros de cristal en vez de abusar del papel de aluminio o plástico, o acudían al mercado para adquirir productos frescos locales, antes de que la globalización provocara que los productos acaben recorriendo enormes distancias hasta los consumidores.

Fotografía: Marina López/www.pixabay.com